Las partículas elementales


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Las partículas elementales
Houellebecq pasó del total anonimato al centro de debate público cuando, en 1994, su novela "Ampliación del campo de batalla" —que hemos leído— se convirtió en uno de los libros más vendidos del año gracias, simplemente, al boca a boca. Los no pocos enemigos que sembró entonces su humor sombrío, su implacable mal genio, esperaban en silencio su rápido declive. Houellebecq les sacó la lengua: "Las partículas elementales" fue el máximo fenómeno editorial francés de 1998, y la crítica se deshizo en elogios para este nuevo Aldous Huxley ("Un mundo feliz").
Aunque los acontecimientos descritos en la novela ocurren sobre todo en 1999, la historia se desarrolla cincuenta años después. Narra el improbable nudo que unirá los destinos de dos hermanastros: Michel Djerzinski, prestigioso investigador en biología, especie de monje científico que a los cuarenta años ha renunciado a su sexualidad y sólo pasea para ir hasta el supermercado; y Bruno Clément, también cuarentón, profesor de literatura, obsesionado por el sexo, consumidor de pornografía, misógino y racista
Su madre, Janine, ha vivido a fondo los ideales de una sociedad permisiva. Es una mujer muy bella, que tiene muchos amantes. Crece en Argelia, donde su padre llegó trabajando como ingeniero, y va a París para completar sus estudios. Baila el bebop con Jean-Paul Sartre (al que encuentra notablemente feo); se casa con un joven cirujano viril que ha hecho fortuna en el campo relativamente nuevo de la cirugía plástica. La pareja se divorcia dos años después del nacimiento de Bruno. Janine abandona a sus hijos dejándolos a cargo de sus muy pacientes abuelos, para irse a una comuna hippie en California.
En la casa familiar, como era de esperar, reinaba una gran negligencia. Para los hijos de Janine la brutalidad de la escuela tampoco era un refugio: ninguno de los dos hermanos se recuperará realmente de estos acontecimientos. Bruno se lleva la peor parte, arrastrado de un internado a otro.
La historia está dividida en tres partes. A menudo son presentadas en forma de diálogos narrados entre Michel y Annabelle —su amor de niñez—, y entre el divorciado Bruno y su novia Christiane.
En la última parte, “Infinito emocional”, la historia adopta un cierto tono de ciencia ficción reflexivo y emocionante cuando Michel realiza, ayudándose de un superordenador Craig los descubrimientos que conducen a la eliminación de la reproducción sexual. El destino de Bruno será más trágico: después de un matrimonio sin amor que termina en divorcio, se convierte en un insaciable adicto al sexo: pero ni sus flirteos con prostitutas ni una relación sexual a través de Minitel lo satisfacen. Su adicción llega al punto en que le dan la discapacidad en su trabajo, y termina en un hospital psiquiátrico después de una tentativa fracasada de seducir a una de sus estudiantes.

Las partículas elementales